‘Yo no soy mi cerebro’ de Markus Gabriel

Yo no soy mi cerebro. Filosofía de la mente para el s. XXI es el segundo libro de Markus Gabriel que publica la editorial Pasado & Presente. La tesis que se quiere defender es que no es la neuroquímica del cerebro la que gobierna nuestras vidas. Contrariamente a lo que el neurocentrismo da por supuesto, que sólo somos seres materiales absolutamente determinados, se argumenta que a pesar de formar parte del reino animal somos seres espirituales absolutamente libres.

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La propuesta de Gabriel sigue fiel a las ideas presentadas en El mundo no existe, donde argumentaba, como también hará en este nuevo libro, que hay que superar el materialismo que nos quiere hacer creer que sólo existe lo que se encuentra en el universo, el mundo de la materia-energía y las causas anónimas. Esta concepción estrecha de la realidad -afirma Gabriel- se desespera buscando una concepción del espíritu que pueda reducirse a la conciencia, y ésta a las tormentas neuronales (pág. 292). Se ignora que somos ciudadanos de muchos mundos, que poblamos diferentes universos de significado, que nos movemos en el reino de los propósitos y que esto hace posible el reino de la libertad.

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Mi novi@ es una App

Se cuentan por miles las personas que se han creado una pareja y una relación virtual. Es fácil; basta con instalarte una App (pagar por el servicio) y crearte a tu gusto una pareja virtual con la que poder mantener una relación “amorosa” . Podrás comunicarte con ella, recibir mensajes de voz o de texto, incluso notas escritas y, pronto, regalos o flores. Sin ninguna duda, la aplicación y sus “funcionalidades” se puede perfeccionar mucho más. La creatividad no tiene límites.

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Pero, sin juzgar o antes de juzgar el valor de esta relación, ¿es posible enamorarse de una virtualidad? Sin lugar a dudas, y con rotundidad, afirmo que sí es posible enamorarse de est@ personaje virtual. El amor es un juego solitario, reza el título de un libro de Esther Tusquets. Buena parte de nuestra capacidad de enamoramiento está en la imaginación. Se enamora el que tiene ganas de enamorarse, el que está dispuesto a hacerlo. A veces el enamoramiento nos permite dar un vuelco a la vida. Francesco Alberoni  habla de una “revolución a dos”. Para revolucionar la propia vida hay que, de algún modo, sentirse insatisfecho con ella. Pensad cuantas locuras se han hecho por eso que llamamos “amor” cuando uno/una se siente enamorado. Para muchas personas, el enamoramiento funciona como el desencadenante –y la energía necesaria- para revolucionar la vida, para darle un giro y reposicionarla.

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Quin és el sentit de l’art?

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Markus Gabriel,  en el seu llibre Per què el món no existeix, explica que el sentit de l’art és que ens confronta amb el sentit. No seria tant un coneixement, un procés per obtenir coneixement sobre el “món”, com un procés (o no sé com dir-ho) que ens mostra quines són les condicions de la producció del coneixement. El sentit fa aparèixer objectes que es situen d’alguna manera davant el sentit i l’oculten. Per exemple, això és el que passa amb el sentit de la vista. Els objectes vistos sorgeixen davant del sentit de la vista i oculten el fet de ser vistos. Veiem els objectes, i no que els veiem.

[¿Us sembla que pot ser allò de Machado… “El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas;/
es ojo porque te ve…?]

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I d’aquesta manera, en les arts visuals –diu Gabriel- es fan visibles els nostres hàbits de veure, la forma com veiem els objectes. Però també amb arts com la cuina podem veure com canvia el nostre sentit del gust. L’art allibera els objectes dels quals tracta, col·locant-nos en posicions diferents davant d’ells i fent-nos veure el camp de sentit especialment fet/creat per ells. L’art desvia els objectes dels camps de sentit en els que normalment apareixen (i no ens adonem en la forma en què apareixen) i ens permet adonar-nos de la manera en què els objectes tenen/prenen sentit en els camps de sentit que li són propis.

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Pagar para pasar miedo

¿Por qué hay personas que compran una entrada de cine para ver una película de terror? El cine de terror, las películas de “miedo”, tienen su público. Algunas han recaudado millones de dólares, recuérdese “El exorcista”, “El sexto sentido”, “Expediente Warren”, “Annabelle”, “La señal”, “El proyecto de la bruja de Blair” o las de Freddy Krueger. ¿Cómo es que pagamos para tener miedo, una emoción que se clasifica entre las negativas? El miedo nos produce pesar, nos atenaza, nos puede angustiar… disminuye nuestra potencia de existir. ¿Por qué, entonces, pagamos por ello?

Siempre hay, claro está, quién lo pasa tan mal viendo este tipo de películas que se abstiene de hacerlo. El cine de terror puede despertar viejos fantasmas, provocar pesadillas o revivir malos momentos del pasado. Sin duda, si se sabe esto, es mejor abstenerse. Pero estamos hablando de una minoría de personas. Por lo general, a quién no le atrae este género cinematográfico es porque, sencillamente, no le interesa o le resulta aburrido. Esto nos da una primera pista de por qué hay quien sí está dispuesto a pagar por ver una película de terror. Si a una persona al salir del cine, aún con los pelos de punta o muy excitada, le preguntamos por qué ha ido, nos resonderá que porque le encanta, que lo ha pasado muy bien, que le ha gustado el miedo que le ha provocado, o los sustos que ha sufrido. De algún modo está satisfecha, se siente bien. El efecto final no es el pesar o emoción negativa a la que antes me refería.

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Sobre la amistad

Los seres humanos establecemos múltiples formas de relación con otros seres humanos. El conjunto de estas relaciones, buenas y malas, condiciona el sentido de nuestra vida. Puede afirmarse con rotundidad que el valor de una vida humana depende de los encuentros que tenemos con otros seres humanos. Deseos, pasiones obligaciones, intereses, compromisos… caracterizan estos encuentros, el valor que tienen para nosotros y sus consecuencias.

La amistad es un tipo de relación que establecemos los seres humanos. Una relación de amistad es distinta del parentesco, de una relación erótica, de la solidaridad entre miembros de un colectivo, distinta a la identificación con una persona o grupo, distinta a la admiración y a tantos otros tipos de relación que podemos tener o establecer con nuestros semejantes. A veces, pueden darse juntas o mezclarse. También podemos confundirlas.

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Emociones e internet. Mirar y ser mirado.

Sencillamente, las emociones importan porque si no las tuviéramos, nada más importaría. Unas criaturas sin emoción no tendrían ningún motivo por el cual vivir ni tampoco, en realidad, por el que suicidarse. Las emociones son la materia de la vida… Las emociones son el cemento o el vínculo más importante que nos liga a las demás personas…. Desde el punto de vista del interés, las demás personas son esencialmente fungibles; desde una perspectiva emocional, no.

Elster. Alquimias de la mente

 

 

[Fragmento de una comunicación presentada junto con Pau Alsina en el IX congreso de la FES. Barcelona 2007.]

El individualismo moderno presupone un gran margen de libertad en la expresión social de las emociones y de los sentimientos. Hemos pasado de una representación social bien regulada y codificada de las emociones a una supuesta presentación espontánea de las mismas. Así la espontaneidad, convertida ahora en norma de expresión en público, se ha experimentado como la capacidad de liberarse de las convenciones sociales, que en el s. XVIII todavía regulaban totalmente la representación pública de las emociones. Pero habrá que ver si la supuesta espontaneidad de la expresión emocional en los espacios tecnológicos no está fuertemente regulada, es decir, tipificada e ‘institucionalizada’ por la estrecha fusión entre lo social y lo tecnológico.

Las emociones tienen en toda la historia de la cultura occidental, y especialmente en el mundo contemporáneo, un papel preponderante. Independientemente de cómo las comprendamos y cuál sea el papel que les asignemos en la naturaleza humana, la vida emocional, su expresión y su manifestación, tienen un lugar destacado en la comprensión de la acción social. En La retórica, Aristóteles, por ejemplo, “muestra, mejor que ningún otro filósofo, cómo las emociones están enraizadas no sólo en la psicología individual, sino también en la interacción social” (Elster, 2002:74).

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Por qué asumimos riesgos

¿Por qué crees que triunfan entre la audiencia esos programas en los que se asumen serios riesgos?

En el hecho de asumir un riesgo, tiene que ver con las ventajas que se espera obtener en función del riesgo asumido (es una cuestión de cálculo, como cuando se juega a bolsa) y puede tener también un componente de excitación (de emoción) y de atracción por parte de determinadas personalidades. Pero el riesgo requiere valor, cuando se asume personalmente. También se puede tener en cuenta que es más fácil asumir riesgos colectivamente, pues el sentirse arropado, formando parte de un todo de un colectivo, disminuye la percepción del riesgo y nos hace más “valientes”.

En cambio “ver”, “contemplar”… ser espectador del riesgo (y a veces del riesgo físico del otro) produce placer. La distancia social (son los otros los que sufren la guerra, el terremoto, el hundimiento de la patera…) nos protege del sufrimiento, tiene el efecto de una coraza, nos inmuniza. Es lo contrario de la empatía (la empatía requiere proximidad, verse cara a cara, tocarse). La mediación que implican las “pantallas” nos hace aún menos vulnerables al sufrimiento ajeno y nos hace espectadores “desalmados”.

En la locación romana “Panem et circenses” está implicado el valor de riesgo como un elemento que satisface una dimensión la vida social. Se trata de un riesgo no personal, de la contemplación del riesgo y del peligro, incluso de la muerte del otro, pero, eso sí, con la tripa llena.

¿El público reclama hoy nuevas emociones? ¿Tiene eso algo que ver con la necesidad de evadirse de vidas cada vez más rutinarias?

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Entendre les religions avui

El 31 de març de 2016, l’Ateneu de Barcelona va organitzar una conversa sobre quina base de creences compartides pot dialogar l’Europa secularitzada amb la resta de cultures del món. La conversa es va fer a propòsit de la publicació per l’Editorial Mediterrània del llibre de Joan Estruch Entendre les religions, una perspectiva sociològica.

Libre Estruch

En la conversa va participar (a més de l’autor de llibre Joan Estruch i de Laia de Ahumada http://laiadahumada.blogspot.com.es/ ) el professor d’antropologia biològica en Ramon Maria Nogués de qui vull recollir algunes de les idees que va suggerir perquè en poques paraules ens va ajudar a entendre molt el fet religiós present, i el del futur. D’això se’n diu “saviesa”.

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Traición y cálculo. Por qué la traición “sale a cuenta”.

¿Cuáles son los principales motivos que llevan a alguien a cometer una traición?

La respuesta es muy clara y fácil: el interés y el cálculo. Dicho de otro modo, la instrumentalización de la razón. La traición consiste en rompe un compromiso, en romper la confianza que se ha generado en alguna relación. Por ejemplo, se pierde la confianza que se siente hacia un país o hacia una institución,  se rompen los vínculos que unen a un grupo, a una familia, a una persona (la pareja o un amigo). Y generalmente, esta ruptura o esta pérdida de confianza (que puede llevar a la traición) se lleva a cabo por “cálculo”. También puede suceder que ha haya habido un cambio de “afectos”, pero es menos frecuente como motivo de la traición. Justamente, lo que mantiene firmes las relaciones sociales, los pactos (incluso los comerciales) son los vínculos emocionales que se generan y que unen mucho más que las razones o los intereses. Si calculas, generalmente sale a cuenta traicionar. La teoría de juegos describe las estrategias y circunstancias posibles de este tipo de racionalidad.

La confianza (el compromiso) se entiende como una especie de promesa y de decisión de mantenerte en una relación aunque en el futuro encuentres otra que te podría interesar más, “salir más rentable”, como vulgarmente se dice, tanto si se trata de una relación de pareja o de una relación comercial. Si no se hace esta apuesta, la que implica la confianza, es evidente que se está abierto a que el compromiso sea traicionado así que se de una circunstancia favorable. Y es esta actitud racional la que nos hace muy traidores. Es decir “busca, compara, y si encuentras algo mejor…”.  Somos homo economicus en muchos ámbitos de nuestra vida. ¿En todos?

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El baúl digital de los recuerdos

Durante siglos, tal vez cientos de miles de años, la memoria biológica, y algunos pocos objetos, han sido el único medio humano de recuperar y rememorar el pasado. Para los griegos, ser cantado por los rapsodas era la única forma posible de inmortalidad. El baúl de los recuerdos era la mejor imagen-metáfora de la posibilidad de traer al presente lo que estaba de algún modo enterrado y olvidado. Una madalena para Proust o, para otros, un pequeño juguete en el fondo de un cajón, o una nota manuscrita entre las páginas amarillentas de un libro, nos permite evocar el tiempo pasado y trasladarnos a él.

Con la revolución digital la capacidad de almacenar y recuperar diferentes dimensiones del mundo vivido (fotos, vídeos, textos, sonidos, pronto olores y sensaciones táctiles) revoluciona también la capacidad de memorizar y de recuperar el recuerdo. Memoria digital, memoria externalizada que multiplica casi por infinito las posibilidades de almacenar momentos y de recuperarlos o rememorarlos a voluntad. Es posible filmarse de múltiples maneras las veinticuatro horas del día y guardarlo digitalmente, y seguramente alguien lo esté haciendo ya. Pronto un padre podrá decirle a su hijo: “Toma (entregándole un xip), la vida de tu abuela, toda, filmada en directo”. De momento, reconozco que me da pereza pensar lo que esto pueda suponer. [En el tercer episodio de Black Mirror, algo se nos cuenta de ello].

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