Desde la perspectiva desarrollada por Javier Gomá, “la lucha por la liberación individual reñida por el hombre occidental durante los últimos tres siglos no ha tenido como consecuencia todavía su emancipación moral (… ). Nuestra época ha consumado una civilización no represora (… )“ (Gomá, 2009:11), sí, pero no ha sabido recomponer los “mores” que den sentido y orientación a la vida social.
Al contrario, el resultado de esta liberación masiva de individualidades no emancipadas ha desembocado en el que Gomá considera un interesantísimo fenómeno, el de la vulgaridad. “Llamo vulgaridad a la categoría que otorga valor cultural a la libre manifestación de la espontaneidad estético-instintiva del yo.” (Gomá, 2009: 67). No obstante, la vulgaridad debe ser trascendida, ya que es un punto de partida, no de llegada, la base del edificio social, pero no su altura. En su obra, Gomá ofrece una propuesta de reforma del yo, desde la “vulgaridad trascendida hacia la ejemplaridad igualitaria”, para recuperar parte de solidez en la vida social. [La propuesta es enormemente interesante pero no podemos desarrollarla aquí]. En este sentido, hay que pedir un respeto a la vulgaridad, pues es el producto de la liberación y de una extensa democratización del espíritu, esto es, la vulgarización generalizada del gusto y de las costumbres. (Gomá, 2009: 67)