Quiero resumir el capítulo “Crítica a la razón cartográfica: de la razón de estado a la razón instrumental” que B. Lladó ha escrito y publicado en el libro de Farinelli (Lladó, B. (2015) Franco Farinelli. Del mapa al laberinto. Barcelona: Icaria) como clave interpretativa del pensamiento de F. Farinelli y de su interpretación de la modernidad.
El sentido común nos hace entender el mapa como un signo, un signo el significante del cual es el soporte material y gráfico y el significado del cual es el territorio. Pero Farinelli nos propone subvertir la relación. El significante, el elemento original y presente no es el territorio; el territorio no puede preceder al significante, el mapa. La Modernidad se ha caracterizado por la inversión estructural del signo cartográfico: el territorio no es el dato original y presente que el mapa representa sobre el papel sino, al contrario, es el mapa el que precede al territorio (pág. 242).
Por decirlo kantianamente, vendría a ser como si la categoría formal (el mapa) fuese un a priori que condiciona la materialidad del territorio que se ajusta a las condiciones (de posibilidad) que le impone la categoría (el mapa). Por ejemplo, como dijimos en la entrada anterior, el estado territorial moderno asume (se ajusta a, se “informa” de) las propiedades de la extensión espacial: continuidad del territorio, homogeneidad de sus habitantes –cultura– e isotropismo, todo converge hacia la capital. El estado moderno “copia” el mapa.