El diccionario de la RAE define compromiso como una obligación contraída, la palabra dada y que, obviamente, se tiene intención de cumplir. Su etimología (del latín: compromissum) nos la relaciona con “promesa” (pro/antes y missus-mittere/enviar): aquello que se hace por adelantado (se avanza su cumplimiento), como cuando antes de irte dices o anuncias que volverás. Comprometerse implica, pues, que cumplirás aquello que dices. Te obligas a realizar en el futuro la acción ahora enunciada, prometida, dicha/hecha por anticipado. Las promesas, los compromisos, pueden no cumplirse, pero comportan una ruptura, una traición.
En la teoría triangular del amor de Robert Sternberg el compromiso es uno de los tres elementos que configuran el amor consumado o, también podríamos decir, verdadero. Los otros dos elementos son la intimidad y la pasión (o erotismo). En la breve entrada sobre la teoría de Sternberg nos comprometimos a desarrollar algunos de los cambios o de las tensiones que la modernidad tardía o postmodernidad ha comportado en estos tres elementos. En esta entrada insistiré en el compromiso.